Argentina
19 de Enero de 2010.- La polémica en torno a la industria minera sigue en pie. Palabras cruzadas, acusaciones crudas, defensas férreas, proyectos, propuestas, promesas, etcétera, etcétera. Mientras tanto el mundo sigue, y la tierra se sirve entera para ser usada productivamente, y espera que el hombre la cuide para el mañana.
Si bien sirve la crítica, sirve más cuando esta construye. Si bien sirve el debate, sirve más cuando este es de naturaleza propositiva. Si bien sirve la opinión, sirve más cuando se logre un abanico plural y criterioso de miradas.
En esta nota observaremos algunas opiniones sobre la minería y su conflicto (tal como algunos lo quieren observar) con el medio ambiente. Miradas que se intersectan, miradas que se pierden, observaciones filosas y dilemas filosóficos. Todo es parte del entramado discursivo de un país que necesita encontrar su rumbo y de una industria que pretende ser uno de sus motores vitales.
Miradas
Para poder mirar con una lupa sabia este tipo de problemas es necesario acudir a hombres que han hecho del conocimiento su razón de ser. En este sentido el politólogo Rosendo Fraga y Guillermo Gallo Mendoza ofrecen sus miradas al respecto.
Según Fraga, director de la consultora Nueva Mayoría, los principales problemas para avanzar con la minería son la dura oposición del frente de grupos indígenas y ambientalistas. Alcanzar “un consenso en cada región para evitar que los conflictos se agudicen y pongan en peligro el desarrollo de la actividad” se constituye en algo así como la llave estratégica de la cuestión.
Guillermo Gallo Mendoza es el presidente de la Fundación Patagonia Tercer Milenio y su opinión discrepa con la anteriormente citada. A diferencia, de Rosendo Fraga, Gallo Mendoza sostiene que la dificultad substancial es que “no se tiene en cuenta el impacto ambiental y social que se producen en las zonas de explotación y sus alrededores”.
Fundamentalismo vs. Consenso
Durante los ´90 se acuñó un concepto “el fundamentalismo de mercado”, que abrevaba en que el mercado era todopoderoso y sus operaciones de inclusión y exclusión siempre eran correctas. En estos días, hay cierto discurso dentro de los ambientalistas –que, claro está, no es ciento por ciento representativo que anula a la industria minera per se. No hay forma de que la misma se haga un lugar: “es negativa”, “no debe existir”.
Bajo el soplo de este viento, Fraga manifiesta una posible asociación entre “grupos fundamentalistas ambientales e indígenas complicarían el desarrollo de la extracción de minerales ya que elevarían considerablemente el nivel de conflictividad social. Algo que a la larga será perjudicial para su normal desenvolvimiento”. De esta lógica, se desprende la necesidad de construir consensos con estos sectores de manera previa a comenzar con la actividad de manera tal de desarticular y desactivar cualquier tipo de confrontación que a la postre termine siendo más perjudicial aún.
La oportunidad de constituir “mesas de diálogo permanente entre todos los actores” es una de las acciones que Fraga ve como necesarias. En el mismo sentido, Argentina en los últimos años no ha generado confianza en sus inversores, por lo tanto este tipo de consensos también es solidario con la construcción de confianza. Invertir en el país dentro de una actividad a largo plazo, como la extracción de minerales, no resulte del todo seductor, y según Fraga la causa “es la falta de estabilidad política ya que ni siquiera ni en un año o dos se puede prever que horizonte económico seguirá la Argentina”
La búsqueda de estabilidad política, de reglas claras se ha convertido en objetivos fundamentales para abonar el camino del crecimiento.
Palabras más, palabras de más
Pino Solanas, diputado recientemente electo, no pierde oportunidad de ejecutar diatriba contra la industria minera. En el programa “A dos voces” (TN), se encargó de desagregar una extensa cantidad de críticas que fueron respondidas por el senador por San Juan y presidente de la Comisión de Minería, César Gioja en un debate encendido como pocos en los últimos tiempos.
Palabras como “atropello”, “traidor a la Patria”, “charlatán y mentiroso”, entre otros epítetos fueron el denominador común de un debate que lejos de aportarle claridad al televidente trasuntó el terreno del ruido, sobre todo en lo atinente a las desmedidas críticas hacia la minería. En la comunicación el “ruido” es lo que distorsiona, ensucia el buen fluir de los mensajes de uno hacia otro lado.
Este ruido se debió a que, por un lado, Solanas, con buen timming televisivo, se dedica a lanzar cifras y grandes frases apoteóticas en contra de la minería; y por otro, Gioja tuvo que tomar la estrategia defensiva. Lo cierto es que todo pareció quedar en términos elementales: “buenos” por un lado y “malos” por el otro. Es probable que el televidente común no haya podido enriquecer su mirada entre tanto ruido. Asimismo, cabe destacar que la televisión no es el medio ideal para desarrollar debates ni piezas oratorias de calidad dado el formato y sus límites de tiempo.
Si bien la pretensión del programa fue tocar varios ejes tales como: Política Minera: modelo tributario; Explotación y Contaminación; y Explotación económica de los Recursos Naturales, lo cierto es que la pelea le ganó al debate. En materia de generar altos niveles de discordia, Solanas se mueve como pez en el agua y eso hace que su contrincante no siempre pueda hacer su exposición de modo fértil.
Aún así Gioja dejó varios planteos claros. Señaló que hay que realizar profundas modificaciones a la renta minera que fuera sancionada “hace muchos años”, a través de “regalías móviles”, “acuerdos de precio teniendo en cuenta la magnitud de la empresa”, y “revisando el esquema de retenciones”.
Cuando se abordó el tema de la legislación minera, Gioja le recordó a Solanas que en el año ’95 durante su anterior diputación aprobó “el dictamen de comisión” que modificó el código de minería. A este estiletazo, Solanas no tuvo más opción que defenderse señalando que en ese momento "no sabía los efectos devastadores de la actividad" y juró que luego en el recinto no aprobó ninguna ley.
En el final del debate, Gioja reclamó a Solanas ocuparse de los problemas de contaminación en el Riachuelo y los provocados por el monocultivo en la Pampa húmeda que según dijo son “mucho más serios” que los que pueda provocar la minería.
En suma, una discusión más, unas cuantas palabras más. Cada vez más queda claro que las críticas sin fundamento hacia la minería generan ruido. Y oponerles una visión clara permitirá llegar a la opinión pública de la mejor manera (Fundamin).
Portal Minero