Chile
20 de Mayo de 2010.- En octubre de este año comenzaría a funcionar el proyecto de cobre Esperanza, de Antofagasta Minerals en la comuna de Sierra Gorda en la II Región. El proyecto pretende obtener toda el agua que requiere de una planta desalinizadora, al ubicarse en una zona del norte de Chile rica en el mineral pero llena de salares y con poca agua.
Más al sur, en el Valle de Copiapó, III Región, ya ingresó a trámite ambiental ante la Corema de Atacama un proyecto de Anglo American de abastecimiento de agua desalada que permitirá a la División Mantoverde suplir sus necesidades hídricas.
Copiapó se ha transformado en la zona símbolo del déficit de agua en el norte del país. Esto también motiva que el proyecto Caserones, de la japonesa Lumina Copper controlada por Pan Pacific Copper, propiedad de Nippon Mining & Metals y Mitsui Mining & Smelting, que iniciaría la producción de cobre en 2012; negocie con CAP su abastecimiento hídrico a través de la destiladora que tiene la acerera en su proyecto Cerro Negro.
La escasez hídrica de la zona norte está aumentando el interés de las mineras por desalar. Porque el agua se está convirtiendo en el principal riesgo para la minería en Chile, actividad que requiere de este recurso en toda su cadena. El problema: el cambio climático está exacerbando la situación.
Así lo advierte una reciente investigación sobre el impacto de este fenómeno en la minería de América del Sur, situación que empeoraría después de 2040 de no mediar mejores políticas de adaptación y mitigación. Tema social aparte, la falta de este recurso puede traducirse en retrasos operacionales, pérdida de ingresos e incremento en los costos de producción.
Porque a la vez que este fenómeno avance, la energía y el agua se volverían cada vez más escasos a medida que las altas temperaturas cambien los patrones de las lluvias e intensifiquen el deshielo de glaciares.
Al haber menos agua, aumentará la necesidad de energía para obtenerla de fuentes no tradicionales, lo que a su vez dispararía las emisiones de carbono de estas empresas a medida que sigan utilizando combustibles fósiles como su principal fuente energética.
Alerta temprana
Así lo proyectó un estudio preliminar de alto nivel encargado para la región por el gobierno británico a la consultora EcoSecurities y el Centro de Cambio Global (CCG) de la Universidad Católica.
El objetivo era identificar los principales efectos que el cambio climático tendría en las cuencas hidrológicas mineras en proyectos de cobre, oro, plata, hierro, carbón y níquel en Argentina, Chile, Colombia y Perú, por el importante rol que juega esta actividad en la economía de estos paises (sólo en Chile las exportaciones de cobre aportan más de un tercio de los ingresos del Estado y representan el 45% del volumen total exportado) y porque el sector es particularmente sensible a una variabilidad cada vez mayor de condiciones climáticas.
Los resultados del informe, confeccionado con datos geológicos y de producción aportados por mineras y gobiernos, fueron dados a conocer a las mineras en Chile a mediados de marzo en un encuentro con el embajador británico, Jon Benjamin, y los coautores del reporte, Arturo Errázuriz de Ecosecurities y el director ejecutivo del CCG, Sebastián Vicuña.
Y si bien no es concluyente, busca instalar el debate sobre el tema del cambio climático y la minería, y entregar la línea base de las modificaciones que las altas temperaturas obligarán en la cadena productiva de este sector.
Sacando cuentas
Según proyecciones de la consultora británica Amec, hoy más de un tercio de la población mundial vive en regiones con estrés hídrico, siendo Atacama una de las zonas más secas del mundo. Mientras la agricultura comprende 70% de los retiros mundiales de agua fresca, la industria en general comprende 16%. En Chile, la demanda de agua por la minería correspondería a 5,4% de la demanda total del sector industrial, según estimaciones de Amec.
El estudio elaborado por Ecosecurities y el CCG advierte que las cuencas hidrológicas mineras en el norte chileno experimentarán un alza de temperaturas y a la vez, sin medidas de adaptación mediante, escasez de agua en los próximos 30 años (2040).
Esto será todavía mayor en las cuencas que hoy ya son deficitarias y si la competencia minera y la demanda de agua de la industria siguen constantes en el mismo período. Es así que las faenas mineras en cuencas ya cornplicadas, como sucede con Escondida, Collahuasi, Maricunga y El Peñón en el caso de Chile, todas cercanas a salares, estarán bajo mayor presión.
Hoy, a excepción de Andina, ubicada en la Cuenca del Aconcagua y del Teniente en la Cuenca de Rapel, todas las otras minas están ubicadas en cuencas con una disponibilidad hídrica menor a 100 mm/año. Así, considerando el total de producción de cobre en Chile, aproximadamente un 7,3% se ubica en cuencas con un excedente de agua del 7%, mientras que un 14,8% se ubica en cuencas en transición 8 y el 78% restante en cuencas defictarias.
El estudio advierte que según el actual ritmo de avance del cambio climático, todas las principales cuencas mineras en Chile podrían experimentar un aumento de la temperatura del orden de 0,51°C y reducciones en las precipitaciones del orden de 5 a 15%.
Y cuando las estimaciones del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) apuntan a que durante los próximos años la industria chilena explotará cada vez más mineral de cobre de baja ley, lo que requiere mayor cantidad de energía y agua para extraerlos y procesarlos, la alarma es relevante.
Esto podría condicionar la inversión futura dependiendo de cuán fácil sea acceder al agua. Por ejemplo, dice el reporte, las opciones de desalinización podrían ser más efectivas en términos de costos para Perú y Chile, ya que la mayoría de las minas están ubicadas en la franja occidental de Los Andes a menos de 200 kms del Océano Pacífico. Pero aún así subirán los costos de producción, los que podrían terminar traspasados a los consumidores.
La filial de Ango American en Chile participó en el informe. Su gerente de Energía y Clima, Ferruccio Medici, explica que lo paradojal de la desalinización, "una opción medioambientalmente muy positiva, ya que no ocupa agua fresca para operaciones industriales, es que aumenta el consumo de energía, lo que va en dirección opuesta a las medidas recomendadas para mitigar el cambio climático".Si bien precisa que "no debemos olvidar que la minería consume sólo el 13% de la energía del país".
Esto puede tener importantes consecuencias en lo que respecta al aumento a la huella de carbono del mineral producido, lo que afectaría la competitividad de las exportaciones mineras cuando el mundo comienza a exigir productos "bajo en carbono".
Recuadro :
"En la industria la voluntad existe"
El gobierno de Reino Unido ha estado participando activamente en la generación de datos sobre cómo el cambio climático está impactando a la región.
Desde que marcó la pauta con el Informe Stern sobre el costo económico del cambio climático en 2007, ha concentrado esfuerzos en Latinoamérica. Así, ayudó a financiar el estudio de la economía de cambio climático realizado por Cepal el año pasado y concretó la apertura del capítulo chileno del Corporate Leaders Group (CLG), alianza global de empresas contra el calentamiento global.
Como explica el embajador Jon Benjamin, el objetivo es facilitarla toma de decisiones sobre políticas de cambio climático en la región, especialmente cuando la falta de datos claros sobre este fenómeno dificultan las negociaciones actuales para definir las políticas que los países deberán adoptar al unísono para reducir su impacto.
Así, saber cómo se verá afectada la minería es clave, añade. "Existe preocupación dentro del sector minero, lo cual se refleja en que muchas mineras tienen gente responsable del tema y han tornado acciones que tienden a una mayor eficiencia energética, al uso eficiente del agua y a promover, en la medida de lo posible, las energías renovables. En la industria la voluntad existe.
2040
Antes de ese año habrá mayor escasez de lluvias en Chile.
78% de la producción total de cobre se encuentra en cuencas deficitarias.
La falta de agua puede provocar retrasos operacionales, pérdida de ingresos e incremento en los costos de producción, según advierte un estudio de Ecosecurities y la UC. (DF)
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